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El cine de Scorsese, desmenuzado en seis vídeo ensayos

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Cartel alternativo de 'Uno de los nuestros' - Matthew Durkin - www.behance.net/durkinsdesigns

Cartel alternativo de ‘Uno de los nuestros’ – Matthew Durkin – www.behance.net/durkinsdesigns

“Para mí ser un gánster es mejor que ser presidente de los EE UU”. La frase casi inicial —la inicial es: “Según creo recordar siempre quise ser un gánster”— de Uno de los nuestros (1990), pronunciada en off por Henry Hill, el irlandés que sueña con ser goodfella’, tiene la rebeldía y la inocencia de una proclama revolucionaria. Ahora que un cliente potencial de barra americana habita la Casa Blanca, suena también a acertada profecía.

Martin Marcantonio Luciano Scorsese —el nombre previene sobre la ascendencia familiar, en la honorable Palermo siciliana, donde es obligado ser ferviente en el catolicismo y aún más cumplidor en el culto al linaje— llega a los 75 años en 2017. Falta bastante: el cumpleaños es el 17 de noviembre, pero quiero ser un early bird en el oratorio: el mundo sería mucho menos elocuente y bastante más tedioso sin Marty entre nosotros.

Marty © JoelPhillips

Marty © JoelPhillips

En la mochila donde saco a pasear las cámaras de fotos llevo una chapa enganchada desde hace años, uno de esos pins de tamaño king size y mensaje con mucho alquitrán: el skyline de Queens en negro y boca abajo y una frase bíblica, siciliana, Scorsese Is God. Scorsese es Dios, ¿acaso hay otro candidato?

De la pandilla de pájaros locos que reinventó el cine en los años setenta —ya saben, aquellos exhippies: Spielberg, Coppola, De Palma…—, Scorsese era el más terrenal. Quizá por el asma que le dejaba en las gradas en el béisbol o por tantas lecciones de altar sobre la vía de la expiación o por tanto spaguetti e polpette, Marty prefería el barrio a las galaxias.

Es verdad, El padrino no fue cosa suya —aunque estuvo a punto de dirigir la segunda parte—, pero también en esa decisión de driblar la historia del aceite de oliva y la épica de la primera Cosa Nostra se advierte que prefería a los bribones de las malas calles, a las niñas-prostitutas, a los psicos que ya te están asesinando, mucho antes del disparo, cuando te escupen Are you talkin’ to me?.

La pregunta, que se ha convertido en un lema pop, ya no significa casi nada, como mi chapa, pero no tenía ni pizca de gracia cuando veías a Travis Bickle pronunciarla ante su imagen en el espejo, probando la pistola y el eficaz artefacto de deslizamiento sujeto al brazo. Un hombre-máquina listo para matar. Tenías miedo de que Bickle, exmarine llegado de Vietnam con el síndrome posttraumático de la guerra inútil y salvaje —como toda guerra—, el galopante insomnio y la segura y pronta explosión de ganas de beber sangre, te estuviese haciendo la pregunta: Are you talkin’ to me?.

Marty es el director más premiado y aplaudido —pocos tienen un currículo tan infalible: sus películas han recibido 75 nominaciones a los premios de la Academia, con 20 ganados, y 80 a los BAFTA, con 23 victorias—, pero, y sólo eso nos importa a quienes le profesamos el amor que merece por haber contado tanto y con tanta brutalidad, por tanto aplicado conocimiento de todos los resortes que ensamblan una película y la convierten en epifanía.

Ahora que estamos en la temporada del año en que se entregan premios de cine a pobres bellacos de sangre aguada que deberían dejar sitio al siguiente en la fila, no me parece mala cosa colocar aquí un conjunto de montajes de vídeo —videoensayos, les dicen algunos con cierta querencia por sentar cátedra— que copio de la selección de la página web Open Culture: The Filmmaking of Martin Scorsese Demystified in 6 Video Essays (La forma de hacer cine de Martin Scorsese desacralizada en seis vídeoensayos).

Una advertencia previa: son en inglés. No creo exagerar si opino que la narrativa visual de Marty es tan nítida, tan sin atajos, tan cristalina y perenne que no son necesarios más que la imagen, el tono, la música, el silencio, la colocación de la cámara, la composición del plano y demás elementos fílmicos, para entender todo lo que sucede en la piel y el interior de la pantalla, lo que se cuenta y lo que se deja de contar. Todos entendemos a todos.

La primera pieza, del excelente canal de YouTube Every Frame a Second analiza El arte del silencio, una de las firmas más reconocibles en el formato de dirección de Scorsese —y de su montadora, la supermujer Thelma Schoonmaker —”desde la MTV lo que importa es la velocidad y no los buenos planos, los necesarios para contar una historia”—. En cada obra de estos dos hay uno o varios momentos donde los diáologos, la banda sonora y el soundtrack enmudecen hasta la nada absoluta, honda, existencial

En este otro vídeo, del canal Film-Drunk Love, el asunto es el uso de de congelados para enfatizar momentos particularmente significativos en la vida del joven mafioso de Uno de los nuestros —el único rol por el que la historia del cine recordará a Ray Liotta—. También repasa la importancia de la esposa del protagonista, que interpreta Lorraine Bracco, la actriz que psiconalizaría unos más tarde a Tony Soprano en la serie de televisión —en cuyo primer capitulo aparece Scorsese no por casualidad: le birlaron a más de una docena de actores—.

En Las mujeres en el cine de Martin Scorsese, Nelson Carvajal examina la presencia indispensable femenina en las películas del director. Ajeno a discursos paternalistas o políticamente correctos, las heroínas del italoestadounidense son feroces, tentadoras, manipuladoras, juiciosas y motivadas, a menudo todo a la vez.

Un resumen de la idea de Scorsese sobre la relaciones entre hombres y mujeres aparece en una de los diálogos de El aviador (2004), donde Cate Blanchett, que interpreta a Katharine Hepburn, aconseja a Leonardo DiCaprio (Howard Hughes): “Los hombres no pueden ser amigos de las mujeres, Howard. Deben poseerlas o dejarlas. Es un impulso primitivo de los días de las cavernas. Todo está en Darwin: cazar la carne, matar la carne, comer la carne. Así es el sexo masculino por todas partes”.

El vídeo Martin Scorsese plano a plano, de Antonios Papantoniou, es el que desglosa de modo más técnico los criterios de montaje y disposición de la cámara que usa el director en algunas de sus secuencias más memorables. La filmografía de Scorsese, a veces repleta de escenas que mantienen al espectador en una perpetua fascinación, es arriesgada y las opciones siempre resultan adecuadas para el ánimo de la historia.

Papantoniou elige una secuencia de El cabo del miedo (1991), filmada con gran angular, un movimiento constante de la cámara, planos ultrarrápidos y ángulos de tiro y zooms que aumentan la inquietud. Scorsese declaró que pretendía poner a cada espectador en el lugar del protagonista y conseguir que sienta el mismo “horror privado” que este.

Los viajes de Martin Scorsese, de Steven Benedict, muestra como estamos ante el “primer director cinematográfico abiertamente cinéfilo” de los EE UU. Equipado con un “conocimiento enciclopédico” Scorsese cita películas de todas las épocas y estilos —del noir al neorrealismo, de Ozu a Fellini—, pero nunca se trata de entrecomillados textuales o remakes de homenaje, sino de reinterpretaciones personales puestas al servicio de la historia.


La Escuela de cine de Martin Scorsese, de Flavorwire, ilustra las películas favoritas del director —a quien no importa proclamar qué cine le gusta [aquí, 39 films no estadounidenses, ninguna española por cierto; y aquí las 85 que todo aspirante a cineasta debe ver—.

Creo que si han llegado ustedes hasta este punto sin mandarme a tomar viento, necesitan un soplo de aire fresco. Lo dejo insertado al final. Se trata de el delicadísimo montaje El punto de vista de Dios, donde el montador español Jorge Luengo Ruíz no pronuncia una sola palabra y deja que las imágenes hablen por si mismas mientras suena On the Nature of Daylight, de Max Richter, parte de la banda sonora de Shutter Island (2010).

Me atrevo a culminar esta declaración de amor y felicitación de cumpleaños repitiendo lo único que aporta Luengo como declaración de intenciones. Es una pregunta pertinente: “¿Está Dios mirando en todas las películas de Marty?”.

Jose Ángel González


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